Una de esas tardes de amigos y bareto, cerveza en mano y os entra el hambre. No estamos en España, donde posiblemente pediríamos unas tapas para compartir. Por suerte en los Países Bajos también entienden de picoteo y no suele faltar una carta de snacks para matar el gusanillo.
Si hay un plato que se ha ganado el puesto a la tapa holandesa por excelencia, son sin duda las omnipresentes (y deliciosas) bitterballen.
Son una especie de croquetas redondas que se sirven acompañadas de mostaza y se comen directamente con las manos. Habré preguntado como mínimo 20 veces de que están hechas sin obtener una respuesta clara, pero parece que su receta más tradicional es a base de carne de vaca, harina, caldo, mantequilla, perejil, sal y pimienta recubiertas de pan rallado y huevo.
Se dice que su origen se remonta al Broodragoût, un plato elaborado por los poblados de la antigua Batavia (nombre con el que se conocía a la región de los Países Bajos en la época romana). Consistía en la mezclar con pan y agua los restos de cocido de carne preparados el día anterior para aprovecharlos de nuevo en caliente o comerlos en frío durante las expediciones de caza.
En el año 1568 comenzó la guerra de los ochenta años, que enfrentaría a España contra las provincias de Flandes para obtener su indepencia. Las tropas españolas, que estaban acostumbradas a otro tipo de alimentos y formas de cocinar, comenzaron a empanar y freír el Broodragoût a modo de croquetas.
No fue hasta el año 1783, durante la época de oro de Amsterdam, que un tabernero llamado Jan Barendsz creó una carta de aperitivos o “schnecks” que incluían queso, salchichas, pan y una croquetas redondas derivadas de la receta española desarrollada durante la ocupación.
No se sabe a ciencia cierta cuando pasaron a llamarse bitterballen, pero si se sabe que su nombre viene dado por la bebida con la que se tomaban como aperitivo: un bitter u otro tipo de bebida alcohólica de alta graduación.
Si aún no las has probado te las recomiendo de buena gana. Dependiendo de donde las pidas, puedes degustar alguna de sus variaciones. Hasta el momento me quedo con las tradicionales pese a haber probado las de setas, queso, pollo, espinacas, trufa, saté y coco. Y es que es difícil decirle que no a unas bitterballens acompañadas de una buena cerveza artesanal. Prost!