Es difícil encontrar un apartamento en Amsterdam, ya sea por la falta de pisos o por el precio de los mismos. Incluso llegas a plantearte vivir en una de las 2.500 casas flotantes que hay en los canales… Una idea un tanto romántica ¿no?
Me imagino que de ser el caso pasarías a ser conocido por tus amigos como “el/la que vive en la casa flotante” y cada vez que conocieras a alguien nuevo se interesarían en los pormenores de la vida en un canal. Pero si alguien se lleva el premio al apartamento más genuino y surrealista ese es Rob Meijer.
Rob tuvo la idea de comprar un antiguo bar gay en desuso. Hasta aquí todo bien salvo por un no-tan-pequeño detalle: el bar estaba en París y no era precisamente un bar… ¡era un submarino amarillo! Rob hizo que lo remolcaran hasta Amsterdam y lo convirtió en su propio apartamento.
Debido una normativa municipal estuvo a punto de dejar los canales en el año 2014, ya que carece de motores de propulsión y no se lo podía considerar un navío. Tras varios juicios el submarino regresó a los canales pero cambió de ubicación. En estos momentos se encuentra en uno de mis barrios favoritos: el pintoresco barrio de Westelijke Eilanden, cerca de la Centraal Station.
Merece la pena ir a verlo, ya sea por el “pequeño pueblo” que lo rodea o por aquello de rememorar a los Beatles con su: We all live in a yellow submarine, a yellow submarine, a yellow submarine…